lunes, 4 de enero de 2016

Querido Patrick,



Y entonces, por primera vez, me sentí libre. La liberación vino en forma de una maravillosa brisa en la oscuridad, mientras mi cabello fluía con ella, y sentía mi vestido como una llama que dibujaba el camino tras de mí. Dejé al frío deslizarse a través de cada poro, hundirse en mis células, cuidadosamente asentadas mientras otros desorganizados sonidos llegaban a mis oídos y hacían mi piel vibrar.

Sentí, por una vez, que él no estaba alli sólo porque se sentía pena por mí. No parecía un brindis de simpatía, sino más bien como un silencioso aliado, un ángel que me trajo aquí. Él no me guió. Solamente ofreció un camino al Único Momento. Mi momento. Me levanté y todo miedo al juicio y las preocupaciones sobre meterme en problemas sólo se...disiparon. Todo estaba claro. Ya no era un extraño a mi propio cuerpo. Yo no era un esclavo. Yo no era un luchador ni estaba resistiendo. Pero yo era. Y ser era la cosa más significativa que había experimentado nunca.

Filtrándose a través de las bajas luces que iluminaban el túnel y el rugido del viento, escuché la canción por los altavoces. En ese instante, ya no era una persona cantando, sino una mera creación puesta en el universo en ese mismo segundo, que existía sólo por el tiempo en el que yo la escuchaba. Y de nuevo, se adentró en mi, cosquilleó a mis sentidos y entró sin llamar, haciéndome así sentir.

Sentí.
Por primera vez, me sentí infinito.

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